domingo, 7 de abril de 2013

Ciudad Juárez. 1992


Ciudad Juárez. 1992
Paso del Norte
Marco Antonio Cruz
A lo largo de mi vida profesional Ciudad Juárez me ha mostrado tres rostros distintos: el de la plenitud, el del miedo y el del terror.
En 1982 Arnoldo Martínez Verdugo fue candidato presidencial por el Partido Socialista Unificado de México y me tocó viajar por gran parte de la república como fotógrafo de su campaña.
Durante más de un mes recorrimos el norte del país a bordo de los autobuses “El Socialista” (para el candidato y su equipo) y “El Machete” (para la prensa). Después de visitar Sinaloa y la península de Baja California hicimos el trayecto de las ciudades fronterizas de oeste a este. En Ciudad Juárez el equipo de campaña hizo una pausa de cuatro días.
Esa vez encontré una ciudad pujante, cuando la industria de la maquila estaba en auge y sobraban las oportunidades de empleo.
Si bien durante el día las calles de Juárez se veían casi desiertas, al acabar la jornada laboral el Centro Histórico de la ciudad se iba llenando gradualmente de trabajadores en busca de diversión. Cientos de jóvenes y chicas guapas, con sus mejores galas, recorrían el parque principal y llenaban los salones de baile donde la música norteña sonaba al tope.
Había espacios para la convivencia. Los más destacados eran los bares “Kentucky” y “Noa Noa” (la cuna artística de Juan Gabriel). Las madrugadas de aquél Juárez estaba hechas para rematar la fiesta en alguno de los muchos puestos callejeros de burritos. Era la plenitud

Ciudad Juárez. 1992
***
En 1992 mi reportaje gráfico “Cafetaleros, trabajadores del café en Chiapas” ganó el primer lugar del concurso “Imágenes de la Frontera”, convocado por el Festival Internacional de la Raza y el Programa Cultural de las Fronteras del CNCA. La ceremonia de premiación fue precisamente en Ciudad Juárez, por lo que fui allá e hice fotografías de la vida cotidiana en la urbe fronteriza. Como era lógico, el festejo por el premio fue en el “Kentucky”.
En 2006 fui nombrado coordinador del departamento de fotografía de la revista Proceso, lo que me puso en contacto con los hechos y situaciones informativos de todo México. Ciudad Juárez era noticia entonces y las páginas de la revista siempre dieron cabida al tema de los feminicidios, ese asunto que nos lastimaba a todos y que aún hoy es una herida aún abierta. Era el miedo
Pero lo peor estaba por venir.

Ciudad Juárez. 1992
***
En enero de 2007 Felipe Calderón le declaró la guerra al narcotráfico y envió al Ejército primero a Michoacán y luego al resto del país. El resultado lo conocemos: se hace más virulenta la lucha de los cárteles del narcotráfico y su disputa por territorios, y surgen nuevas organizaciones cada vez más violentas que expanden sus actividades criminales incluso en el extranjero.
Gradualmente nos hundimos en una guerra sangrienta y sin sentido que a la fecha suma mucho más de 50 mil muertos. En este contexto Ciudad Juárez volvió a destacar como una de las plazas más violentas.
En la medida en que la información lo requiere Proceso ha enviado reporteros y fotógrafos a ese punto fronterizo; pero los hechos rebasaban la capacidad de la revista, por lo que fue necesario contar con un fotógrafo permanente en la plaza: es Ricardo Ruiz quién todos los días manda las imágenes que por desgracia se han vuelto cotidianas: matanzas, fusilamientos, tiroteos... la fiesta de los cadáveres.
En 2009 la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez invitó a la revista a montar la exposición “30 años de Fotoperiodismo en Proceso” que el año anterior había estado en la Galería Abierta del Bosque de Chapultepec. Rafael Rodríguez Castañeda, director de Proceso me encomendó asistir a la inauguración de la muestra.
Tan pronto acabó la ceremonia de inauguración busqué a Ricardo Ruiz para acompañarlo en una jornada de trabajo: se trataba de escuchar las frecuencias radiales de los servicios de urgencias de Ciudad Juárez y recorrer sus calles para encontrar el horror de las ejecuciones. En una sola tarde vimos ocho, pese a la aplastante presencia del Ejército y Policía Federal que no hacían más que resguardar las escenas de los asesinatos.
En 2011 se preparó una edición especial de Proceso, la número 34, dedicada a Ciudad Juárez. Un amplio equipo de reporteros y fotógrafos acudió a esa urbe, la antigua Paso del Norte, para cubrir los principales aspectos de la sociedad. En esa misión tuve el privilegio de acompañar a la reportera Anne Marie Mergier, con lo que cumplí el anhelo de trabajar al lado de esa gran periodista y amiga. Durante más de tres semanas vivimos intensas experiencias en el recorrido profundo de la ciudad que ya vivía inmersa en el terror. Nuestro trabajo es el testimonio.
Ciudad Juárez sigue siendo uno de los principales pasos de droga a los Estados Unidos y su territorio se lo disputan a sangre y fuego varias organizaciones criminales, principalmente los cárteles de Sinaloa y de Juárez. Cada grupo dispone de ejércitos de sicarios que a sus actividades suman la extorsión. El “pago de piso” no perdona a nadie, desde las tiendas de barrio y los pequeños negocios hasta las grandes empresas deben pagar protección. Los que se niegan acaban ejecutados. La opción para muchos es trabajar en la clandestinidad.
El Ejército y la Policía Federal ofrecen resultados pobres y no sólo han sido incapaces de frenar la violencia sino que la han hecho crecer a la par que se dedican a abusar de la población inocente. Hay muchos testimonios al respecto.
El pánico en Juárez está en el aire. Las clases acomodadas se atrincheran en sus barrios con rejas y vigilantes. Para los marginados, la mayoría, la seguridad sólo es una palabra que se hace presente después de ocurridas las matanzas, las ejecuciones.
Los niños y los jóvenes tienen el futuro cancelado. Para lidiar con su realidad de todos los días deben aprender a defenderse fabricando su propio armamento y uniéndose cuanto antes a las pandillas de barrio.
La cárcel de Juárez está saturada y no se salva de las ejecuciones y matanzas entre los internos, que pertenecen a bandos antagónicos.
Los feminicidios no han acabado en Ciudad Juárez. Cada día crece el número de niñas y jóvenes desaparecidas, que se pierden en la vorágine de las cifras de la guerra contra el narcotráfico.
En Juárez el dolor es infinito. Este año la cuenta es de más de 9 mil muertos. Éste es mi testimonio, apenas un leve esbozo de la tragedia juarense.

Ciudad Juárez. 1992

Quizas te Interese